Miguel Uribe Turbay, senador y aspirante presidencial, murió el 11 de agosto de 2025 tras un atentado durante un mitin en junio. Su asesinato convoca al país: ¿está en riesgo la democracia si las armas silencian a los aspirantes políticos?
La bala que disparó el miedo
El 7 de junio de 2025, Miguel Uribe Turbay fue atacado frente al público durante un mitin en Bogotá, recibiendo dos disparos en la cabeza. Tras meses de hospitalización, el político falleció el 11 de agosto a los 39 años. Este magnicidio revive los fantasmas del pasado colombiano, recordando el asesinato de su madre, la periodista Diana Turbay, en 1991.
¿Qué mensaje manda al país?
Su muerte no fue solo personal: fue una herida abierta a la democracia colombiana. Autoridades y líderes como la vicepresidenta Francia Márquez y el alcalde de Bogotá coincidieron: “La democracia no se construye con balas”. El mensaje es claro: sin justicia y sin protección a la política, el sistema se desmorona.
Red criminal, ritual político
Cinco personas, entre ellas un menor de 14 o 15 años, fueron detenidas. También fue capturado el presunto autor intelectual, “El Costeño”. La Fiscalía declaró que se trató de un atentado político. ¿Cómo un país con un pasado tan duro permite que resurjan estas heridas? Hay un llanto colectivo: “Mataron la esperanza”.
¿Falla del Estado o conspiración silenciosa?
¿Qué falló? Se rechazaron solicitudes de protección para Uribe Turbay antes del atentado. Además, varios sectores señalan que su postura crítica al gobierno y su ascenso dentro de su partido pudieron convertirlo en blanco político.
Polémica y heridas latentes
¿Estamos reviviendo una era de violencia política? La sensación es que Colombia se encuentra nuevamente en una encrucijada: entre la impunidad y las urnas, entre el miedo y la memoria. La muerte de Uribe Turbay pone a prueba la voluntad democrática del país. Si no hay justicia, solo se reafirmará el silencio.
Su muerte no puede ser un punto final, sino un llamado urgente: democracia y justicia deben marchar juntas, o Colombia corre el riesgo de quedarse sin voces.