El intento de fusión bancaria más comentado del año en España termina en fracaso. El BBVA no ha conseguido el respaldo necesario para adquirir al Banco Sabadell, tras recibir apenas un 25,33 % de aceptación del capital, por debajo del umbral mínimo del 30 % que él mismo había fijado para continuar con la operación.
Un rechazo claro del mercado
La Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) confirmó oficialmente el resultado: la oferta pública de adquisición lanzada por el BBVA queda sin efecto. El banco vasco había condicionado su jugada a alcanzar, al menos, un 30 % de aceptación para plantearse una segunda fase. Pero ni siquiera ese umbral se alcanzó, reflejando un claro rechazo por parte de los accionistas del Sabadell.
Detrás de esta negativa hay varios factores. Los inversores minoritarios consideraban que la oferta no reflejaba el verdadero valor del Sabadell, especialmente después de sus buenos resultados financieros recientes. A esto se sumó una defensa férrea por parte de la dirección del banco catalán, que movilizó apoyos institucionales, económicos y políticos —particularmente en Cataluña— para mantener su independencia. El ruido regulatorio y la incertidumbre sobre posibles sinergias, despidos o concentración de poder también jugaron en contra.
BBVA cambia de estrategia: más dividendos y recompra de acciones
Con la puerta del Sabadell cerrada, el BBVA ha reaccionado rápidamente anunciando un cambio de rumbo. Retomará “de forma acelerada” su política de retribución al accionista. Según un comunicado oficial, el 31 de octubre se activará una recompra de acciones por valor de aproximadamente 1.000 millones de euros. Y el 7 de noviembre se abonará un dividendo récord de 0,32 € por acción, el mayor en la historia del banco, lo que representa un desembolso cercano a los 1.800 millones de euros. También se contempla una segunda recompra adicional en cuanto obtenga luz verde del Banco Central Europeo.
Sabadell sale fortalecido, BBVA queda tocado
El presidente del Sabadell, Josep Oliu, celebró lo que calificó como “la mejor salida para todos”, subrayando que el rechazo valida el plan de crecimiento autónomo de la entidad. Este resultado también fue aplaudido por sectores políticos y económicos catalanes, que lo interpretan como una defensa exitosa del modelo bancario local frente a las grandes fusiones centralizadas.
Para el BBVA, este revés no es menor. No solo supone una derrota operativa, sino también reputacional: es la segunda vez en pocos años que fracasa en su intento de absorber al Sabadell. Aun así, la reacción de los mercados ha sido sorprendentemente positiva. Sus acciones ADR en Estados Unidos subieron hasta un 10 %, reflejando la confianza de los inversores en su capacidad para reorientar su estrategia sin comprometer valor.
La batalla por el Sabadell se cierra con una victoria moral para el banco catalán y un punto de inflexión para el BBVA. El fracaso de esta operación reabre el debate sobre los límites del crecimiento bancario por adquisición y sobre la necesidad de construir consensos reales, más allá de la ingeniería financiera.