Cuarta candidatura, mismo apellido, nuevas tensiones. Keiko Fujimori confirma su postulación para 2026 en un Perú fragmentado y sin rumbo político claro.
La heredera no se rinde
Desde Trujillo, Keiko Fujimori oficializó lo que muchos anticipaban: buscará, por cuarta vez consecutiva, la presidencia del Perú. Lo hará bajo el sello de Fuerza Popular, partido que fundó y que representa el núcleo duro del fujimorismo conservador.
“Lo hago por amor al Perú”, declaró. Pero la pregunta que resurge es otra: ¿quiere el Perú volver a mirar hacia los Fujimori?
Un país atrapado en su laberinto
Desde 2016, el Perú ha tenido seis presidentes, varios destituidos o encarcelados. El Congreso, altamente impopular, ha jugado un rol clave en la desestabilización constante. La fragmentación política es extrema: más de diez partidos competirán en 2026.
En ese caos, el apellido Fujimori sigue siendo un punto de referencia… y de fractura.
Fujimori: marca potente, pasado divisivo
Keiko carga con el legado de su padre, Alberto Fujimori, condenado por corrupción y crímenes de lesa humanidad. Pero para una parte del electorado, su “mano dura” sigue siendo sinónimo de orden.
Keiko llegó al balotaje en 2011, 2016 y 2021. Perdió cada vez, aunque por márgenes estrechos. La sombra del fraude, las denuncias de lawfare y su paso por prisión preventiva marcaron su carrera.
¿Hay espacio para un regreso?
Con la izquierda debilitada, el centro desorientado y la ultraderecha ganando terreno en la región, Keiko apuesta por reposicionarse como la opción de estabilidad con experiencia. Pero el antifujimorismo sigue movilizando a millones.
“El Perú no avanza porque repite siempre las mismas fórmulas con distintos nombres”, dicen sus críticos.
Fuerza o fatiga política
El regreso de Keiko no solo reabre viejas heridas, también revela una carencia alarmante de renovación política en el país. A menos que aparezca una figura capaz de romper el ciclo, el 2026 podría ser otro capítulo del eterno enfrentamiento entre fujimorismo y anti-fujimorismo.
Y mientras tanto, Perú espera… otra vez.

